A pesar de que la
sangre es levemente más pesada que el agua, es muchísimo más gruesa y viscosa.
La viscosidad de la sangre es una medida de la resistencia al flujo es entre
3,5 a 5,5 veces la del agua. La viscosidad del plasma es ceca de 1,5 a 1m8
veces la del agua. La viscosidad de la sangre se incrementa a la medida de la cantidad de células disueltas en
ella, aumenta así como cuando aumenta la cantidad de proteínas. Una sangre más
viscosa es más resistente al movimiento, lo cual implica que se requiere una
mayor presión sanguínea para que esta se mueva a través de los vasos
sanguíneos.
Adicionalmente, una
alta viscosidad sanguínea es un factor que predispone a coagulaciones no
controladas en las personas sanas, un incremento en la viscosidad sanguínea
causada por una producción de células sanguíneas de tipo defensivo y a la
deshidratación causada por la fiebre por enfermedades leves como la gripe es
fácilmente tolerable.
Viscosidad sanguínea:
En condiciones
normales, los cambios de la viscosidad sanguínea no alteran en grado apreciable
el flujo sanguíneo cerebral. El determinante más importante de la viscosidad
sanguínea es el hematocrito. Un descenso de éste disminuye la viscosidad y
puede mejorar el flujo cerebral. Sin embargo, una reducción del hematocrito
también reduce la capacidad de transporte del oxígeno, y así puede limitar el
aporte de oxígeno a los tejidos. La elevación del hematocrito, como sucede en
la policitemia, aumenta la viscosidad de la sangre y puede reducir el flujo sanguíneo
cerebral.
La viscosidad de la
sangre es un indicador clave para el tratamiento de ciertas enfermedades. En la
práctica clínica se determina mediante viscosímetros.
Perfiles
de flujos:
Aporta nutrientes,
principalmente glucosa, oxígeno y aminoácidos.
Retira productos de
deshecho
Mantiene la temperatura
cerebral. La temperatura de la sangre que entra en el cerebro es el
determinante principal de la temperatura cerebral.
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